EL PINTOR DE LA LUZ
Toda obra sagaz, genuina, está condenada a la censura del público. Eso nos recuerda la última película de Mike Leigh: Mr. Turner. Timothy Spall da vida al hombre que cayó del lado de la magia del color, las densas humaredas o el vapor de los nuevos ferrocarriles. La naturaleza fue su gran fuente de inspiración, la naturaleza y el empeñado afán por desvelar su misterio, empapado de tormenta y amarrado al mástil de un barco desagradablemente mecido en lo más rugiente de una tormenta.
Su compleja personalidad es hábilmente retratada. Sus sombras también. A Mr. Turner le tocó vivir su oficio con audacia, el amor como una dificultosa huida. Sus blancos, sus naranjas, fueron ellos quienes le dieron de su hechizo al mundo; desde entonces los atardeceres se ven surgidos como de su pincel e ingenio.
Quedémonos con las últimas intervenciones de Marion Bailey -compañera del artista-, su gran plano final tras los cristales que con minuciosidad limpia, ido el maestro, una amable y triste sonrisa; con el episodio de los inicios de la cámara fotográfica que tanto desalientan a Turner y con la breve aparición de Mary Somerville.
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