viernes, 27 de diciembre de 2013

¡UN SUCESO!


   Cuánto dolor arrastran los malentendidos; y cuántos crímenes enciende la desesperación. Los personajes de El Malentendido, de Albert Camus, no son sino los hijos de una Europa desolada y lluviosa, alevillas que no se guían por la luz, sino por el evocador rugido del mar; son la viva muestra de aquello en que nos convertimos cuando nos cortan el paso.
       Recuperada tras años de silencio, recordada este otoño en Madrid, en honor a una generación de grandes actores (Fernando Guillén, Gemma Cuervo, María Luisa Ponte, Alicia Hermida…) que arriesgó valiente por estrenarla en plena dictadura, y encabezada por Julieta Serrano, Cayetana Guillén Cuervo, Ernesto Arias, Lara Grube y Juan Reguilón, la obra de Camus ha sido uno de los grandes aciertos escénicos de este año.
         Sus personajes, como las gentes de teatro, juegan con las palabras, conscientes de su efecto; manipulan el silencio y, sorprendidos, se ven cercados por éste, espoleados por su tiranía, bajo su yugo. 
         Un viajero llega a un hotel en decadencia regentado por su madre y su hermana, a las que lleva años sin ver. Su plan es no revelar su identidad y así dejar que le reconozcan. Les lleva la luz del sur, la alegría de los días al amparo del agua y el sol, las mañanas diáfanas. Olvida Jan que no hay que tener miedo a las palabras.
Estas mujeres, que tienen el corazón gastado, llevan años dedicadas a la ardua tarea de asesinar a sus huéspedes. Persiguen su dinero y, con él, escapar a una tierra nueva, alcanzar ese horizonte cargado de promesas que sustentan y enardecen. En esta ocasión llevarán a cabo cuanto procede, y acabarán descubriendo que la víctima compartía con ellas sangre y recuerdos. 
      De un espíritu crítico valiente e incisivo, Camus expone cuestiones de una trascendencia colosal por medio de esta trama ambientada en un hecho real, acaecido en Checoslovaquia, y que el teatro, ese tamiz libertador, define y enriquece todas sus aristas.
Con un montaje bellísimo, austero y quebradizo, ayudado de una gran pantalla con imágenes en blanco y negro, El Malentendido es una obra que apuesta por la rebelión, por la responsabilidad, por el rechazo a la confusión. 
       El existencialismo de Camus no se retroalimenta como hiciera el del Sartre más autocomplaciente y derrotista; el existencialismo de Camus apuesta, en última instancia, por la fuerza vital del hombre.
No hay momento más desgarrador que aquel en que una una hundida Marta (Cayetana Guillén) hace pedazos una flor seca, indicio de lo que con tanto afán deseaba, e irrumpe en sollozos y preguntas, justificaciones y desvaríos que lanza al público como cristales rotos.

 Pues eso, dejemos hablar al silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario