miércoles, 17 de junio de 2015

ARTISTAS DEL RECUERDO


Dos películas, dos artistas del recuerdo:

Clouds of Sils Maria es otra de las nuevas propuestas en salas, un juego de espejos en que se proyectan los miedos de un actriz veterana durante la preparación de un personaje que traerá el efecto siempre agudo del paso del tiempo y el cambio de una industria banalizada, monopolizada por las superproducciones de cartón piedra en torno a superhéroes que no pueden ser definidos sino como patéticos. Juliette Binoche es la Margo Channing de una historia con múltiples lecturas cuyo trasfondo está muy cerca de ella misma: un mundo globalizado y educado en la sobre-estimulación en que un escándalo viral resulta más importante que el trabajo duro en torno a un personaje, una obra de arte o una función. 
La escena en que Binoche, desternillándose, se mofa de esas superproducciones de adolescentes tardíos con superpoderes no es sino el resultado de dos formas de ver el cine: como arte, y como negocio.
Kristen Stewart, pasado premio Cesar a la mejor actriz secundaria, encuentra la réplica certera en un duelo interpretativo profundamente interesante. Menos mal que ha dejado ya de lado a los vampiros; su talento se lo agradece.

Olivier Assayas confecciona un viaje en nada condescendiente en tres actos y tomando como horizonte la influencia de un film tan cercano al suyo como Persona -Bergman- para demostrar cómo una actriz, inconscientemente atrapada en la praxis de un nuevo cine que desprecia por vacuo y mercatilizado, se da cuenta, ya en los últimos tres minutos del film, que es posible seguir contando historias desde el empeño único de crear belleza. Si la opción que resta es disidir, bienvenida sea.



Irène Némirovsky ha sido recuperada para la gran pantalla. Su última gran empresa, Suite francesa -inacabada, la autora murió asesinada en Auschwitz el 17 de agosto de 1942- ha sido llevada al cine de la mano de Saul Dibb y en el gesto y el tono de tres grandes intérpretes: Michelle Williams, Matthias Schoenaerts y Kristin Scott Thomas. 

La historia, en la línea de transgresión temática de una Marguerite Duras de estilo más dilatado, nos cuenta el romance entre una mujer francesa y un soldado alemán en los días de la ocupación, en el corazón de un pequeño pueblo de campaña inventado: Busy.
La autora de raíces rusas escribía en esa arquitectura de la salvación, en su más personal Guerra y Paz, lo siguiente:

“Todos sabemos que el ser humano es complejo, múltiple, contradictorio, que está lleno de sorpresas, pero hace falta una época de guerra o de grandes transformaciones para verlo. Es el espectáculo más apasionante y el más terrible del mundo. El más terrible porque es el más auténtico. Nadie puede presumir de conocer el mar sin haberlo visto en la calma y en la tempestad. Sólo conoce a los hombres y a las mujeres quien los ha visto en una época como ésta".


El film rinde homenaje a esa autora que expresó: ¡Lo esencial es salvar la vida! El personaje de Williams no es sino el instrumento con que honrar su memoria.

Si bien la fidelidad de la adaptación puede ser cuestionada y muchos aspectos de la segunda parte de la novela quedan reducidos o simplificados, Saul Dibb, compensando las exigencias comerciales de las productoras y las transferencias al lenguaje cinematográfico, ha sabido reflejar la esencia de una historia que reinventa el amor como dique al odio y a la diferencia. 
Creemos que Irène estaría orgullosa.
Grandes escenas para el recuerdo: el ataque de los aviones a campo abierto, la lluvia de panfletos alemanes o la cuidada fotografía en que la cámara sigue a Lucille Angellier, personaje a través de cuya conciencia nos adentramos en el devenir de la guerra, en el difícil papel del que por inercia se erige como conciliador. Porque si en verdad quieres conocer a alguien, provoca entonces un conflicto.



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