LA VIDA DE ADÈLE
Un impecable y evocador retrato de la madurez y los lazos del amor; un honesto trabajo que ahuyenta el artificio -pocas veces se ha filmado algo en nuestro tiempo de un modo tan humano, tan sincero-; vasto tapiz de los desvelos y logros que urden la vida; voluptuosa cargazón de primeros planos -realmente hechizan-; labor bravía; liturgia de la herida; material que respira; tributo a la enseñanza y a la vocación del maestro; desolador reflejo de los giros de la emoción y el sentimiento; fino ensayo de los enigmas del sexo -alta oda a la piel-.
La vida de Adèle, palma de oro en el pasado Festival de Cannes, consagra a dos actrices en estado de gracia, Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos, inmensas, camaleónicas. Lo que hacen es lo mejor que puede hacer un intérprete: transmitir y hechizar con la verdad, creyéndose y haciéndonos creer esa ficción que ejecutan y que nos define, que es más grande que la vida.
La vida de Adèle, palma de oro en el pasado Festival de Cannes, consagra a dos actrices en estado de gracia, Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos, inmensas, camaleónicas. Lo que hacen es lo mejor que puede hacer un intérprete: transmitir y hechizar con la verdad, creyéndose y haciéndonos creer esa ficción que ejecutan y que nos define, que es más grande que la vida.
Abdellatif Kechiche flanqueado por las actrices del film tras recibir el palmarés |
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