David Trueba nos regala una vez más un gran ejemplo de buen cine, una prueba luminosa de talento y dedicación, una joya, una declaración de bellas y sencillas intenciones, un lúcido derroche de optimismo y ternura.
Vivir es fácil con los ojos cerrados (primeras estrofas de Strawberry fields forever) es la historia de tres personajes perdidos, vulnerables y solitarios, que saben se necesitarán durante un tiempo: un profesor de inglés (encarnado por un portentoso Javier Cámara) en busca de John Lennon (que rueda película en Almería), una chica embarazada que escapa del yugo de una residencia opresora y un adolescente que huye del hogar, la tensión, los prejuicios y las bofetadas del Régimen. Los tres emprenderán un viaje improvisado en que se lanzan a la búsqueda del cambio, la primera intuición -no por vaga menos sentida- de libertad.
Si hubiera justicia en el mundo, esta película recibiría este año algunos pares de cabezones, y es que no solo encontramos virtuosismo en guión, dirección e interpretaciones, sino que sus relecturas se nos antojan inmensas, generosas; y es que ese título critica la pasividad de un país que, al contrario que los personajes del film, cerraba los ojos cansado en resignada cesión. Vivir es fácil con los ojos cerrados, sí, pero merece la pena abrirlos, porque sólo así sabremos que estamos viviendo.
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